martes, 14 de enero de 2014

A ojo de buen cubero

Los cuberos eran los tipos encargados de elaborar cubas. Las cubas, generalmente elaboradas en madera y destinadas a la contención de líquido, generalmente vino, no tenían un tamaño establecido por consenso. Era una época, la medieval, en la que no existían medidas establecidas y en cada cuba debía caber, más o menos, un quintal de vino. Como no se conocían las medidas exactas que debería tener una cuba para que en la misma cupiese un quintal, los cuberos elaboraban las mismas siguiendo una estimación propia y, aunque no realizaban dos cubas iguales, sí que realizaban cientos de cubas muy similares. Es por ello que era considerado como buen cubero, aquel que realizaba las cubas de la manera más exacta de manera que en las misma pudiese entrar al menos un quintal de líquido.

De esta manera, a día de hoy, cada vez que hacemos un cálculo estimativo o tiramos un tanteo para opinar sobre la capacidad o la unidad contenida en algún envase o lugar, solemos tirar de la frase "a ojo de buen cubero", queriendo decir que no sabemos con exactitud la cifra por la que estamos apostando, pero que estamos seguros de estar aproximándonos mucho a la cifra real.