jueves, 3 de noviembre de 2016

Chivo expiatorio

Durante la antiguedad, existía un ritual entre el pueblo judío, a través del cual intentaban expiar los pecados de la comunidad. Se trataba de sacrificar dos chivos de manera diferente, con el tal de dar representación del bien y del mal y conseguir, así, que su Dios se sintiese congratulado por el sacrificio.

Al primer chivo, bautizado como Yahvé, se le sacrificaba en forma de ofrenda al creador. Aquel era el "afortunado" puesto que moría en nombre de Dios. Al segundo, bautizado como Azazel, se le abandonaba en el desierto para que pereciese tras la agonía del abandono. Este era el desafortunado puesto que moría en nombre de los hombres.

A este último, Azazel, se le terminó conociendo como el chivo expiatorio, puesto que era él que pagaba por los pecados de la comunidad. De esta forma ha llegado así el término hasta nuestros días. Cada vez que se busca un culpable, se suele señalar a alguien que, generalmente, no tiene ninguna culpa, para que cargue con toda la responsabilidad. A esta persona inculpada injustamente se la conoce como "chivo expiatorio".


jueves, 19 de mayo de 2016

A la vejez, viruelas

Durante el siglo XVII comenzó a expandirse una enfermedad que afectaba a la gran mayoría de la población en edad infantil o juvenil. Dicha enfermedad se presentaba en forma de granos y pústulas que cubrían el cuerpo del enfermo hasta producirle una picazón insoportable. Dicha enfermedad se bautizó como viruela y bautizó, a su paso, a otro tipo de erupciones como podían ser las alérgicas o hasta el acné juvenil.

En 1824 se estrenó en el Teatro Español de Madrid, la obra del dramaturgo Manuel Bretón de los Herreros, "A la vejez viruela". En ella se contaba la historia de una pareja de ancianos que terminan cortejando a un par de jóvenes de las que se habían enamorado. Venía a decir el título de la obra que los dos ancianos venían a hacer lo que no habían hecho durante el resto de su vida, enamorarse perdidamente de alguien, poniendo la enfermedad como símil de que a la vejez tener sentimientos de juventud. Usando como símil una enfermedad, la viruela, que solamente se padece durante la infancia o pubertad.

A raíz de entonces, se popularizó el dicho "a la vejez, viruelas" cada vez que un hombre de edad adulta vivía una experiencia propia de un niño o un jovencito. Como en la historia de Bretón de los Herreros en la que dos ancianos se enamoran de dos jovencitas.


jueves, 25 de febrero de 2016

Marcharse a la francesa

En la alta sociedad francesa del siglo XVIII, las fiestas entre nobles se convirtieron en todo un acontecimiento social. Tal era la reputación y el empeño puesto en la preparación de las mismas que, llegado el momento, todo el mundo tenía la obligación de sentirse a gusto en las mismas. Por ello, cuando uno de los invitados sentía la tentación o necesidad de marcharse, lo hacía sin despedirse, puesto que aquello era intepretado por los anfitriones como una falta de respeto ya que podía considerarse que la persona se marchaba porque consideraba que la fiesta no estaba a la altura, lo que se consideraba una ofensa para el organizador.

De esta manera, se convirtió en costumbre el marcharse sin despedirse para todo aquel que no quisisese aguantar hasta el final de la fiesta. Para tratar de no ofender, se escabullía como podía y su marcha pasaba desapercibida. Fue así que aquella forma de despedirse pasó a conocerse como "sans adeu". Sin adiós.

De esta forma, esta manera de marcharse sin decir adiós pasó a ser conocida como "marcharse a la francesa", y lo que en un principio era considerado como un símbolo de buena educación, paso a convertirse en todo lo contrario. Si hoy en día alguien se marcha a la francesa, es decir, sin despedirse, pasa a ser considerado como un maleducado.