El Imperio Romano concibió los primeros grandes proyectos de Estado tal y como hoy los conocemos. Su ingeniería y arquitectura aún inspira a muchos de los proyectos actuales, pero por si algo se distinguieron del resto de imperios anteriores fue por el dictado de sus leyes. El derecho romano puso la primera piedra a lo que más tarde se terminaría convirtiendo en las particulares judicaturas nacionales.
El sistema romano impuso los juicios de la manera como hoy los conocemos. Quizá no con tanta sofisticación ni oportunidades de defensa para el acusado, pero al menos se reunían, daban oportunidad a las partes y dictaban sentencia. Pero los juicios no eran sino la última fase de una serie de pesquisas que comenazaban con la negociación en la empalizada.
La empalizada no era otra cosa que un lugar cerrado donde se discutían los asuntos que eran suceptibles de ir a juicio. Aquella empalizada, derivado su nombre al romano, se conocía como "tela". Era por ellos que se decía que los casos estaban en la tela. De ahí saldrían los pleitos que se resolverían mediante juicio o los que derivarían directamente en una sanción sin proceso previo.
Es por ello, que desde entonces, decimos, cuando nos cuentan algo que no terminamos de creernos, por inverosímil o por incoherente, que preferimos ponerlo "en tela de juicio", es decir, preferimos verificar los hechos, contrastar los sucesos y si averiguamos que es cierto, entonces darle la calidad de real.
El sistema romano impuso los juicios de la manera como hoy los conocemos. Quizá no con tanta sofisticación ni oportunidades de defensa para el acusado, pero al menos se reunían, daban oportunidad a las partes y dictaban sentencia. Pero los juicios no eran sino la última fase de una serie de pesquisas que comenazaban con la negociación en la empalizada.
La empalizada no era otra cosa que un lugar cerrado donde se discutían los asuntos que eran suceptibles de ir a juicio. Aquella empalizada, derivado su nombre al romano, se conocía como "tela". Era por ellos que se decía que los casos estaban en la tela. De ahí saldrían los pleitos que se resolverían mediante juicio o los que derivarían directamente en una sanción sin proceso previo.
Es por ello, que desde entonces, decimos, cuando nos cuentan algo que no terminamos de creernos, por inverosímil o por incoherente, que preferimos ponerlo "en tela de juicio", es decir, preferimos verificar los hechos, contrastar los sucesos y si averiguamos que es cierto, entonces darle la calidad de real.
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