
En una jugada métrica, Cervantes derivó el dicho en su universal novela El Quijote y acotó la expresión para juzgar a quien buscaba tres pies al gato. Tan sólo fue un recurso novelesco de quien jugaba con las palabras de una conversación ficticia. Dio igual, tanto se universalizó la obra que el dicho se acopló de boca en boca hasta llegar a nuestro actual "buscar tres pies al gato".
Cuando alguien se pierde en un argumento irracional para hacernos creer una verdad que solamente vive en su creencia, nos cruzamos de brazos y le sentenciamos: "No busques tres pies al gato".
No me cuentes lo que no puede ser. No me vale ese argumento. Tú no tienes razón.