jueves, 23 de abril de 2015

A buenas horas mangas verdes

Durante el reinado de los Reyes Católicos, concretamente en las Cortes de Madrigal celebradas en 1476, se aprobó la creación de un cuerpo de seguridad que velase por los aldeanos que vivían, generalmente, como familias aisladas, en pueblos y caminos. Este cuerpo, formado por la unificación de varias cofradías, se bautizó como la Santa Hermandad y, extrapolado al día de hoy, podemos decir que fue el primer cuerpo policial organizado de la historia de España.

La vestimenta de los miembros de la Santa Hermandad consistía en un coleto largo de cuero claro y, debajo, una camisa de color verde cuyas mangas asomaban de manera visible. Fue por ello que, popularmente, fueron conocidos como "los mangas verdes". En un principio fueron muy eficaces pero, con el tiempo el cuerpo fue degenerando hasta convertirse en un conglomerado de tipos vagos e ineficaces que llegaban a los lugares cuando ya se había perpretado el delito. Fue por ello que se hizo popular el dicho de "a buenas horas mangas verdes". Bien por miedo a enfrentarse al delincuente o bien por vagancia, resultó que casi nunca llegaban a tiempo.

Por ello, la frase "a buenas horas mangas verdes", se ido usando a lo largo del tiempo para expresarle a alguien la molestia por no haber llegado a tiempo de resolver un problema. Cuando necesitamos la ayuda de alguien y ese alguien llega cuando esa ayuda ya no es necesaria, le decimos: "a buenas horas, mangas verdes".

miércoles, 8 de abril de 2015

Me importa un pito

En la antigua milicia, el portador del pito tenía la figura simbólica de encabezar las tropas e ir tocando una especie de silbato que ayudaba a la marcha de la formación. Generalemente se trataba de jóvenes sin rango militar que se echaban a un lado a la hora de la batalla y cuyo papel en el ejército no era más que testimonial. Tocaban el pito y poco más.

Su paga era la mínima y su poder de decisión era totalmente nulo. Por ello, cada vez que hablaban, eran escuchados con total displicencia. Fue por ello que cada vez que una frase atronaba los oídos de alguno de los soldados, estos, para recalcar la indiferencia que les producía, solían decir que aquello les importaba un pito. Es decir, no le daban más importancia que lo que pudiese decir el chico que se encargaba de tocar el pito. Lo que era nada o casi nada.

Dicha expresión la hemos adoptado en nuestros días para recalcar que algo no nos importa nada. Nos pueden decir que fulanito ha dicho algo de nosotros y nosotros contestar "me importa un pito"; es decir, me da igual lo que digan.