jueves, 18 de septiembre de 2014

Pagar el pato

Uno de los pasajes del Génesis bíblico reza lo siguiente: “Te pondré al frente de naciones y reyes saldrán de ti. Haré un pacto contigo y con tus descendientes para ser siempre yo su Dios. A Sara tu mujer la bendeciré y te dará un hijo el cual bendeciré….”. Gracias al mismo, los judíos presumían en público de tener un pacto con Dios por el cual estaban destinados a gobernar el mundo. En una época, la alta Edad Media en la que los judíos, por poder económico y social, eran vistos con recelo, la turba católica se echó encima de sus bienes para justificar su herejía. No valía con creer en Dios. Había que creer en Dios de la manera que ordenase la iglesia católica.

No existieron muchos conatos de piedad. A medida que los católicos se fueron haciendo poderosos, los judíos eran apartados de sus comunidades hasta el punto de ser expulsados del país. Se les culpaba de todo y, como coartada para ello, les indicaban que estaban pagando por el pacto contraído por Dios. Para la iglesia católica no podía existir tal pacto. La frase "pagarás el pacto" se fue popularizando con el tiempo y acomodando al lenguaje coloquial. El pacto se convirtió en pato, así hasta que siempre que alguien cargaba con las culpas de un delito o incidente que no había cometido, se decía que estaba pagando el pato.

Pagar el pato pues, significa cargar con la culpa ajena. Pagar por algo que no has cometido.

martes, 29 de julio de 2014

Tomar por el pito del sereno

Durante el siglo XVIII comenzó a hacerse popular, en las ciudades españolas, la figura de un vigilante nocturno que se dedicaba a cantar la hora y dar el parte metereológico. Como quiera que la mayoría de las veces el cielo estaba despejado, dicho vigilante terminó cantando la hora acompañado de un "sereno" que se traducía tiempo tranquilo y que terminó convirtiéndose en el apodo por el que fue reconocida la figura.

El sereno hacía su ronda acompañado de un bastón y un silbato. Igual daba la hora y el parte que guardaba la llave de los portales de la zona para poder abrir las puertas a los vecinos que llegasen tarde a casa. El silbato lo utilizaba para avisar a las autoridades si se producía algún altercado. Sonaba el pito y la policía o los bomberos llegaban para detener a los alborotadores, apagar algún fuego o rescatar a algún ciudadano de su apuro.

Ocurrió que la mayoría de los serenos terminó por tomarse su trabajo demasiado en serio y fueron muy estrictos en su labor. Ante cualquier altercado, por ridículo que fuese, terminaban haciendo sonar el silbato. Igual que le ocurrió al pastor que engañaba al pueblo con la llegada ficticia del lobo, las autoridades terminaron por hacer caso omiso ante la llamada de atención del vigilante. Con el paso del tiempo, el pito del sereno dejó de ser considerado en serio y se convirtió en chanza para saber hacer a alguien que no le tendrían en consideración y que no valorarían ninguna de sus palabras o consejos.

miércoles, 11 de junio de 2014

Dorar la píldora

Hace unos siglos, cuando la medicina incorporó a la química y los laboratorios se convirtieron en boticas, los instigadores boticarios se convirtieron en el camino más corto hacia la panacea de los enfermos. Cualquier paciente con síntomas de dolor incontrolable podía acudir a la botica con una receta del médico y, allí mismo, el boticario les preparaba la medicina para el alivio de sus molestias.

Solía ocurrir que para la composición de los medicamentos, el boticario utilizaba infinidad de elementos químicos la mayoría de los cuales tenían un sabor demasiado amargo para el paladar. En la época en la que se comenzaron a fabricar medicamentos en forma de comprimido, las píldoras, en muchas ocasiones, eran imposibles de digerir. Para ello, los boticarios idearon una solución que era recubrir las píldoras de azúcar y pasarlas a fuego hasta lograr una textura y sabor mucho más agradable para el paciente.

Con el paso del tiempo, la expresión "dorar la píldora" terminó usándose para casos en los que se quería edulcorar una mala noticia. Cuando tenemos que contarle algo a alguien que no le va a gustar, intentamos disfrazar la realidad para contarle la noticia de manera que no le suponga un mayor trauma. Cuando hacemos eso, hablamos de dorar la píldora. Edulcoramos el amargor de la noticia igual que los boticarios de antaño edulcoraban el amargor de la medicina.

martes, 14 de enero de 2014

A ojo de buen cubero

Los cuberos eran los tipos encargados de elaborar cubas. Las cubas, generalmente elaboradas en madera y destinadas a la contención de líquido, generalmente vino, no tenían un tamaño establecido por consenso. Era una época, la medieval, en la que no existían medidas establecidas y en cada cuba debía caber, más o menos, un quintal de vino. Como no se conocían las medidas exactas que debería tener una cuba para que en la misma cupiese un quintal, los cuberos elaboraban las mismas siguiendo una estimación propia y, aunque no realizaban dos cubas iguales, sí que realizaban cientos de cubas muy similares. Es por ello que era considerado como buen cubero, aquel que realizaba las cubas de la manera más exacta de manera que en las misma pudiese entrar al menos un quintal de líquido.

De esta manera, a día de hoy, cada vez que hacemos un cálculo estimativo o tiramos un tanteo para opinar sobre la capacidad o la unidad contenida en algún envase o lugar, solemos tirar de la frase "a ojo de buen cubero", queriendo decir que no sabemos con exactitud la cifra por la que estamos apostando, pero que estamos seguros de estar aproximándonos mucho a la cifra real.