martes, 17 de marzo de 2015

Brillar por su ausencia

Era costumbre que, en la antigua Roma, los funerales se celebrasen con una serie de retratos realizados en cera, junto al féretro del fallecido, en representación de los antepasados del mismo. De este modo, cada fallecido llevaba en su pompa fúnebre un retrato de su padre, madre, esposa o hermanos en caso de haber fallecido uno de estos.

Ocurrió que, durante el funeral de la dama Junia, esposa de Tasio y hermana de Bruto, ninguno de los dos, en forma de imagen de cera, estuvo presente en los responsos en calidad de antepasado ilustre de la fallecida. Se dio el caso de que, al haber sido ambos, conspiradores principales del asesinato de Julio César, el senado les terminó nombrando traidores y les dio muerte sin honor. Por ello, la presencia de ambos no tenía sentido en un funeral de estado al ser considerados como traidores al imperio.

Como consecuencia de lo acaecido en el funeral de Junia, el poeta Tácito, en sus anales, escribió el siguiente verso: "Delante de la urna fúnebre llevaba a sus antepasados, entre todos los héroes que, presentes a nuestros ojos, provocaban el dolor y el reconocimiento, Bruto y Tasio brillaban por su ausencia".

De esta forma, Tácito resaltó la importancia de la ausencia de los dos familiares de Junia por delante de la presencia de todos los demás. Su ausencia brilló por encima de las presencias, una ausencia que recorrió Roma de boca en boca y el mundo pudo terminar rememorando gracias a los poemas de los cronistas.

Así, cada vez que alguien no está en el lugar en el que se le espera o donde sí debería estar por obligación moral o por ser personaje ilustre en la escena, su ausencia, al ser mucho más destacable que la presencia del resto de asistentes, resulta brillante. Es decir, brilla por su ausencia.

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